A las 2 horas de
viaje pasamos de estar casi al nivel del mar ¡¡a estar a casi 4.800 metros de
altura!! Yo estaba durmiendo, o intentándolo, hasta que empecé a sentir que no
podía respirar. Nunca había sentido algo tan desagradable, pues quería coger
aire por la boca o por la nariz y no me entraba suficiente. Sentía que me
ahogaba e intentaba respirar más y más rápido. Como pude me giré y le dije a
Alejandro que no podía respirar. Perdí la conciencia. Alejandro me dijo que
apretaba la mandíbula y que me quedé rígida como una roca.
Cuando desperté tuve
otra de las sensaciones más raras que he tenido. No sabía donde estaba, tenía
los ojos abiertos pero veía borroso, hasta que empecé a escuchar que alguien me
llamaba e intenté con todas mis fuerzas intentar recordar donde estaba: pensé…
¿Estoy en mi casa?¿en el colegio?¿En un hospital? Pero no acerté ninguna...
estaba en un autobús a casi 5000 metros de altura después de dos días sin
dormir apenas.
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