¡Aquí os dejo de las entrevistas que nos hicieron a los misioneros de Kirigueti para la radio Santa Rosa en Lima!
¡Cómo nos gusta el rollo! ¡Jeje! :D
http://selvasamazonicas.org/audio
KIRIGUETI
jueves, 27 de septiembre de 2012
martes, 18 de septiembre de 2012
NUEVOS ENCUENTROS DE FORMACIÓN MISIONERA
Comienza el nuevo curso de encuentros de formación misionera para poder ir a vivir una experiencia de misión, individual o en grupo. Ya sabéis que el año pasado comenzamos con los encuentros y la verdad es que fue genial tanto por los testimonios, las oraciones y momentos de reflexión, la formación, el compartir con gente tan diversa, las risas.... En verano hemos ido 10 personas a la selva peruana y ahora hay otras 2 allí. Todo el mundo ha vuelto bastante emocionado y muy enganchado a esto de la misión, ¡porque la misión engancha!
El primer encuentro será el fin de semana del 6-7 de octubre,
en el secretariado de misiones (c/claudio coello 141, 4ª planta,
Madrid), y comenzará a las 12:00 de la mañana del sábado. Ese día
fijaremos las fechas de los siguientes encuentros, pero más o menos
serán 2 por trimestre.
¡Animaros a apuntaros! Quién esté interesado que nos escriba a jovenes@selvasamazonicas.org
Os esperamos.
http://jovenes.selvasamazonicas.org/encuentros-misioneros/nuevos-encuentros-de-formacion-misionera
viernes, 14 de septiembre de 2012
DOCUMENTAL Y ARTÍCULOS KIRIGUETI
¡¡¡Muy buenas a todos y todas!!! Como podéis ver el ritmo de la ciudad ya nos ha absorbido por completo. La vuelta parecía que no estaba siendo tan dura como esperábamos, pero poco a poco vamos echando más y más de menos todo lo que hemos vivido y compartido en aquellas tierras. La gente, el paisaje, los niños, contemplar, escuchar, sentir, vivir intensamente cada día... ¡¡¡TE ECHAMOS DE MENOS KIRIGUETI!!!
Así que hasta que encontremos tiempo para ir editando todas las fotos y los videos-entrevistas que hicimos en Kirigueti, adjuntamos estos videos del misionero David, donde nos cuenta su labor y la vida en Kirigueti.
Si queréis saber sobre Kirigueti.... Aquí tenéis un PRECIOSO DOCUMENTAL sobre él y la vida del misionero, así como de los problemas medioambientales y sociales que se están dando.
Aquí dejo también los enlaces de las noticias escritas por los voluntarios que estuvimos en Kirigueti y que se publicaron en la web de Selvas Amazónicas.
Cursillo de profesores en Kirigueti:
http://www.selvasamazonicas.org/ver-noticia?idNoticia=1699
Convivencia de jóvenes en Kirigueti:
http://www.selvasamazonicas.org/ver-noticia?idNoticia=1703
Visita a Tangoshiari:
http://www.selvasamazonicas.org/ver-noticia?idNoticia=1705
¡Nos vemos pronto!
Así que hasta que encontremos tiempo para ir editando todas las fotos y los videos-entrevistas que hicimos en Kirigueti, adjuntamos estos videos del misionero David, donde nos cuenta su labor y la vida en Kirigueti.
Si queréis saber sobre Kirigueti.... Aquí tenéis un PRECIOSO DOCUMENTAL sobre él y la vida del misionero, así como de los problemas medioambientales y sociales que se están dando.
Aquí dejo también los enlaces de las noticias escritas por los voluntarios que estuvimos en Kirigueti y que se publicaron en la web de Selvas Amazónicas.
Cursillo de profesores en Kirigueti:
http://www.selvasamazonicas.org/ver-noticia?idNoticia=1699
Convivencia de jóvenes en Kirigueti:
http://www.selvasamazonicas.org/ver-noticia?idNoticia=1703
Visita a Tangoshiari:
http://www.selvasamazonicas.org/ver-noticia?idNoticia=1705
¡Nos vemos pronto!
martes, 4 de septiembre de 2012
KIRIGUETI... ¡HASTA PRONTO!
Hubiera querido escribir tanto... Hubiera deseado mostrar tantas fotos que significan tanto... Hubiera querido tener tiempo para explicaros todo, todo, TODO, lo que hemos ido viviendo estos maravillosos días en Kirigueti, porque tengo el pecho tan lleno de sensaciones y sentimientos que necesito gritarlo a los cuatro vientos. Hubiera querido contaros tanto... pero no he tenido el tiempo, de lo que me alegro, porque ese tiempo ha sido para VIVIR, compartir, soñar, reír, sentir, aprender, hablar, escuchar, jugar, correr, observar...
Ha sido una experiencia inolvidable, y que deja una sensación que te obliga a pensar que esto no puede acabar aquí, que esto debe continuar. Algo tan grande no puede terminar.
Ahora empieza nuestra reflexión , nuestro trabajo con Selvas Amazónicas y con nuestro entorno.
Nos despedimos de momento con estas imágenes de Kirigueti, pero estaremos trabajando para darle forma a los videos de entrevistas que estuvimos realizando en Kirigueti para mostraros después de una buena reflexión, todo lo compartido y encontrado en esta maravillosa experiencia.
¡¡¡SEGUIMOS JUNTOS!!!
miércoles, 15 de agosto de 2012
DOS DÍAS EN COCHIRI
¡¡¡Buenos días a todos y a todas!!! Aquí continuamos contando nuestra visita por las Comunidades, en este caso el viaje a Cochiri y nuestra estancia allí, relatado por nuestro compañero Lorenzo:
En la amazonía la distancia no se mide en kilómetros sino en horas de viaje. El camino de Tangoshiari a Cochiri a través de la selva demora unas dos horas y media, tres tal vez si viajas cargada con tu bebito o si tras la lluvia el río creció volviendo agua lo que antes fueran piedras.
Ignacio es nuestro guía. Tiene 18 años. Lleva machete en mano porque le avisaron que el trayecto no estaba limpio. Sus pies parecen raíces que en cada pisada se funden firmes con la tierra. Camina con chanclas y no tropieza. ¿Tendrá pacto con esta selva para que se adapte cariñosa a sus pasos? Ignacio ve senderos donde nosotros topamos con muros de paca, troncos y ramas. Discurre ligero. De vez en cuando se detiene ante nuestra llamada cuando inseguros alzamos la voz para no perderle de vista. Nuestro andar es torpe. Su costumbres marcan viajar en hilera y sin hablar. El nativo tan sólo espera cuando las sendas se bifurcan. Con nosotros, resignado, hace excepción y se detiene una y otra vez.
El camino de Tangoshiari a Cochiri a través de la selva demora unas dos horas y media, tres tal vez si viajas cargada con tu bebito, ¿serán cuatro en esta ocasión?
Manuel nos recibe en su chacra. Es un terreno despejado de maleza, poblado de tocones quemados, donde altas plantas de yuca, dispersas y desordenadas, caña de azúcar y algunas plataneras les propocionan el alimento. Tras dos horas y media de camino el cansancio empieza a notarse. Rápidas las mujeres aparecen con cuencos de masato para calmar la sed y “qui” hervido y servido en desgastados platos de porcelana. Están contentas y sonrientes por la visita. Se sientan bajo una techumbre de hojas, con un pequeño fuego siempre humeante rodeado de viejos y sucios pucheros, de alumnio y plástico. Tienen sus rostros cubiertos de hachote, ojos negros expectantes, visten cusmas azules y moradas y un porte revestido de dignidad. Nos acomodamos en una plataforma elevada de tablones cubierta de hojas que hace las veces de estar, sofá y coma. Nos quitamos las botas que por ser impermeables tiene parte del río en sus interior. Sus tres hijos pequeños van y vienen curiosos. Amplias sonrisas iluminan sus caras y dejan ver sus dentaduras blancas y perfectas que contrastan con sus ropas a base de camisetas, rotas y desgastadas por el uso, tremendamente grandes que hablan de trabajos y privaciones, ¿sonreíamos también nosotros?
Nos despedimos agradecidos entrelazando manos y seguimos camino. Salimos de Tangoshiari intentando no mojarnos los pies pero ahora simplemente tratamos de mantenernos en pie. Ante nosotros se abre largo trayecto de piedras redondeadas que hablan de ríos que se despiertan en épocas de lluvia y estrechos senderos en los que selva te obliga a inclinarte, humilde, ante su grandeza...
... El camino de Tangoshiari a Cochiri a través de la selva demoraba unas dos horas y media, tres tal vez si viajabas cargada con tu bebito. Tangoshiari esta vez se distanció seis horas de Cochiri. Seis horas de agua, piedras, barro. Seis horas de insectos y de vegetación, de frondosa, omnipresente y dura vegetación.
Las chacras anuncian ya la presencia del asentamiento. Copempioni, un joven con llamativas botas de agua amarillas nos recibe cordialmente. Dos fuegos encendidos para dos mujeres, para dos familias y de nuevo techumbres, esteras, masato, yuca y mucho afecto expresado casi sin expresión hacia el padre David.
La subida a la comunidad discurre por un cortado en el que una pequeña vereda escalonada y serpenteante, trazada a fuerza de pisadas, habla de la íntima relación con el río. Arriba el poblado, abajo las chacras y más allá el agua, fuente de vida, juegos, transporte y alimento. ¡Al fin estamos en Cochiri!
La comunidad estructura en torno a tres barrios en los que la selva se ha ido despejando para configurar un gran cafetal al cobijo de arboleda del que obtienen algún beneficio. En ella conviven las etnias ashanincas y machiguengas. Todo este paisaje se haya sembrado de viviendas en la que el progreso llega en forma de construcciones con varias estancias y cubierta de calamina.
Nos instalamos en una casa en construcción que Fermín, uno de los profesores, nos ofrece con cariño. De momento son unos cuantos postes de madera que sostienen dos superficies de tablas en altura, una por planta, el inicio de un cerramiento y un tejado de chapa. Dormiremos en la planta superior con cierto respeto. No hay ninguna pared ni tampoco barandilla con la que proteger el perímetro y es mejor moverse por turnos ya que si lo hacemos varios al mismo tiempo toda esta estructura se balancea. Una escalera cual si fuera la de un barco une las dos alturas, con peldaños tan separados que no parecen pensados para sus cortas piernas. Al lado de la casa estos días veremos caer, grandes árboles talados con hacha, antipando su muerte con un gran estruendo, cual si fuera el último grito agónico por mantenerse sobre sus raíces. ¡Están preparando chacras!
En la tarde de llegada Nicolás sale de la caseta de la radio y nos saluda efusivamente. Dice que también es misionero. Cuenta maravillas de la misión. Nos alegramos de conocerlo ya que hace días nos habían hablado de él y sus historias. Es tremendamente locuaz y a partir de este encuentro nos acompañará prácticamente a lo largo de toda la estancia. Habla bien el castellano y efectivamente tiene la habilidad de robarte la sonrisa y la atención. Conoce a la perfección la naturaleza y a cada paso nos muestra plantas y nos cuenta sus propiedades que a veces resultan tan sorprendentes que dudamos de su veracidad. Dice que conoce bien la medicina natural y orgulloso alardea de que es capaz de curar soplándote humo. ¡Tras escucharle no nos asombra que lograse transportar en avión una cabeza medio descompuesta de tigre desde Cochiri a Lima! En la mañana siguiente aparece su hija, Marieva, sonriente a nuestro encuentro. Viste una cusma tintada en marrón y decorada con motivos geométricos por ella misma. Al fin llegó a su comunidad. Nicolas, también partero en Cochiri, la asistirá en menos de un mes en el nacimiento de su bebita. La familia se hará cargo de la niña ya que su papá se desentendió y ella regresará a Nopoki, centro universitario en el que la conocimos, para continuar sus estudios que la misión becó.
La noche en Cochiri se inunda de olores de hogeras, gente conversando y comida compartida. Fermín y su familia nos alimenta generosamente en nuestra estancia. Ya sea patarasca (pescado cocido envuelto en una hoja), yuca o carne siempre tienen algo que ofrecernos. Estos días un sajino, animal parecido a un jabalí, se reparte en varias familias. Cayó en una trampa a base de pistola. Lo han troceado y en varios hogares aparecen restos del mismo. Matilde, la mujer de Fermín cuece troceados los cuartos traseros que han descansado previamente en un barreño rodeado de gallinas y moscas. A la vuelta nos detienen para orgullosos ofrecernos raciones de caldo bien servidas con una porción carne, tremendamente dura y yuca asada. Como siempre un racimo de chiquillos nos miran curiosos y una vez más nos preguntamos si esta vez a ellos les llegó para probarlo.
Tras dos noches en Cochiri llega la mañana de vuelta. Conviene salir temprano para no abrasarte con el sol pero esta vez no será posible porque la comunidad, aprovechando la visita del padre, convocó reunión. La gente acude al salón comunal . Los hombres sentados en bancos y las mujeres en el suelo con sus hijos debaten los asuntos comunes durante tres horas. Dicen que la de hoy no duró demasiado. Un rato después nos dirigimos al río donde dos botes con peque peque, un motor concido que debe su nombre a su ruido característico, nos esperan en el río. La embarcación apenas sobresale quince centímetros sobre el agua. Nuestro puntero, un chico de quince años, será el responsable de señalar, evitar rocas con su caña e indicar sendas en el agua hacia las que dirigirse el motorista. Comenzamos en la cabecera de un río y en muchos tramos el agua apenas alcanza nuestras rodillas. Es obligado para el viajero saltar a menudo de la embarcación para elevar la línea de flotación, aligerar agua cuando sea posible o jalar (empujar) la barca si esta encalla. Nuestro trayecto discurre entre rápidos, mojaduras continuas, mucho sol y remansos que nos dan respiro para admirar la belleza y grandeza del paisaje que nos rodea. Hacemos un único alto en el camino en Campo Verde para visitar a Priscila. Un problema neurológico le impide caminar y depende de su silla de ruedas que en plena selva se nos atonja como una tortura. David le lleva unas muletas. Sabe que no le servirán de mucho pero ella se empeña en probar suerte.
Seguimos camino y poco a poco los ríos aumentan el caudal. Tras el Pagoreni, llegamos el Picha y finalmente el Urubamba donde Kirigueti nos espera. Rebosamos de alegría por la llegada.
Así, entre encuentros, historias, risas y escrúpulos ha trancurrido nuestro paso por Cochiri. La experiencia ha sido otra lección de vida. Se me vienen a la cabeza nuestros ancestros. También ellos conocieron como ducha el río, el caño común para la bebida, la comida si la naturaleza proveía, el compartir por ley, la sonrisa imborrable, la fuerza de familia y el esfuerzo o la esperanza como antídoto ante la adversidad. Ellos también sabría medir la distancia en horas y días, conocerían el andar como transporte y sus bestias harían las veces de barcas con las que abrirse camino en medio del monte. Ellos también conocerían lo que implicaba el ser uno con la naturaleza y mirarían al cielo para pedir al Padre que provera confiados en que tras la lluvia llega la cosecha.
domingo, 12 de agosto de 2012
¡¡¡Muy buenas a todos!!! Aquí os dejamos la noticia que escribimos Mayte y yo para el Secretariado de Selvas Amazónicas sobre nuestra aventura en las visitas a las comunidades nativas de Tangoshiari y Cohiri.
Todo empezó
hace algo más de una semana, los voluntarios de Kirigueti nos adentramos en
nuestra primera experiencia de convivencia con otras comunidades. El
“padrecito” David llevaba tiempo preparando esta visita a Tangoshiari y Kotsiri ya que tenía que visitar estas
comunidades, especialmente para abastecer a Tangoshiari de material escolar.
Hemos tenido
el gusto de sobrevolar por la Amazonía peruana desde Kirigueti a Tanghoshiari,
descubrir los maravillosos ríos y canales que configuran este espectacular
paraje.
Enrique es el piloto de las misiones Dominicas y de las Franciscanas,
realiza su labor a través de la ONG “Alas de esperanza”. Miles de historias
rodean a este encantador personaje y todas ellas dando su tiempo y vida por las
misiones.
Nada más aterrizar en “Tango” pudimos contemplar los espectaculares cerros que coronan
a esta comunidad. Una vez que nos
acomodamos en la preciosa misión de madera, nos aventuramos a dar una pequeña
vuelta por la población y presentarnos.
Dio la casualidad que estaban de celebración en la comunidad. Fuimos invitados a la fiesta y disfrutamos como niños en el cumpleaños de “Graciela”, una joven del poblado que cumplía 20 años. Era nuestra primera fiesta en una de las comunidades y lo pasamos en grande. Nos dieron de comer yuca y carne de sajino, y de beber, el fantástico masato (bebida de yuca fermentada) .
Dio la casualidad que estaban de celebración en la comunidad. Fuimos invitados a la fiesta y disfrutamos como niños en el cumpleaños de “Graciela”, una joven del poblado que cumplía 20 años. Era nuestra primera fiesta en una de las comunidades y lo pasamos en grande. Nos dieron de comer yuca y carne de sajino, y de beber, el fantástico masato (bebida de yuca fermentada) .
Cabe
destacar el gran sentido del humor de los Asháninkas. Cuando nos estaban
ofreciendo la cena, en uno de los platos había una cabeza de mono, los voluntarios
nos quedamos impresionados pensando a quien le tocaría el plato, en ese momento
se hizo un silencio y todos los allí presentes empezaron a reír. Parece que nos
conocen más ellos a nosotros que nosotros a ellos…
No todo fueron
buenos momentos, tuvimos que vivir la situación de exclusión sanitaria que
viven los nativos en su comunidad, para ello voy a poner nombre a los
protagonistas.
Persie,
un chico de 16 años, estaba arreglando el techado de su choza cuando se resbaló
y se precipito al suelo. Esa caída le provocó que el codo se le dislocara y
sufriese una fractura. En ese momento no había nadie en la posta sanitaría ya
que el enfermero tuvo que salir el día anterior con una mujer del poblado en
helicóptero por otra urgencia. Los miembros de la comunidad le pidieron al
Padre David que interviniera y diese parte por radio de lo ocurrido, y es aquí
dónde empieza la burocracia medico-peruana con aportaciones de las compañías
del gas.
Cada comunidad
nativa tiene un promotor de salud, esta persona ha recibido un “curso” de
primeros auxilios así como una serie de directrices para poder diagnosticar
enfermedades habituales, heridas, fracturas... Daniel es el promotor de salud y
junto con el padre David, fue el responsable de comunicar la situación a los
servicios médicos. Los trámites por radio duraron casi toda la mañana.
Calculamos unas 6 horas hasta recibir el visto bueno de los servicios médicos
para organizar conjuntamente con la empresas de gas un helicóptero para sacar
el herido .En esas 6 horas todos los voluntarios pudimos observar un ir y venir
tanto del padre David como de Daniel para confirmar la identidad del herido,
verificar que la herida era de gravedad (unas 5 veces preguntaron por radio si
era necesario venir a por el herido) y
buscar a alguien del poblado que tuviese DNI para poder acompañar al herido. Otro
grave problema en estas comunidades es la lenta y costosa burocracia para dotar
a los nativos de identidad.
Sin duda, pudimos sentir la impotencia de ver
la dificultad que tienen las comunidades más aisladas para poder acceder al servicio
sanitario. Esta experiencia no sólo nos sirve para valorar lo que tenemos en
nuestro país de origen, sino para plantearnos que la sanidad es un derecho
fundamental. Algo por lo que se tiene
que luchar y exigir tanto al ministerio de salud como a las empresas de gas
para que cumplan sus convenios con las comunidades.
Por desgracia,
ésta no fue la única experiencia que tuvimos de este tipo. En una de las
visitas que hicimos a las familias de Tangoshiari, conocimos a Antonio, un
nativo Asháninka , esposo de una entregada mujer y padre de cuatro preciosos
hijos. Nos recibió en su chacra, lugar donde se encuentran las tierras
cultivadas de las familias y la choza donde
pasarán los días en los que los niños no van al colegio.
Saludamos a
Antonio, estrechándole su pequeña y débil mano. Nos mirábamos nerviosos
preguntándonos qué le pasaría, pues su expresión de tristeza y la fragilidad de
su mirada delataban que sufría alguna enfermedad bastante grave. El Padre David
conversó con él, pues no hablaba a penas castellano y nos limitamos a intentar
entender algunas de sus palabras. David le preguntó si aún seguía sin poder
tragar, el asintió, añadiendo que sólo podía tomarse una disolución que le
facilitó el Padre David llamada “Insure”. Le
dejamos una caja de avena, ya que desconocíamos lo que podía o no tomar, y
antes de marcharnos, las últimas palabras de Antonio cayeron sobre nosotros
como losas, hundiéndonos en la angustia más profunda. Nos dijo que se había ido
a la chacra para que cuando muriera su familia lo dejara en el río… Así pues,
nos fuimos cargando con nuestra mayor impotencia.
Caminando de
vuelta a la misión, David nos contó la historia de este personaje que nos dejó
marcados. Antonio había estado muy enfermo
y le acompañó a Lima para ingresarlo en el hospital. Después de muchos días,
Antonio veía que no mejoraba, y le pidió al Padre David que le acompañara de
vuelta con su familia, pues allí en Lima no hacía nada más que ir muriendo poco
a poco y lejos de su casa sin su familia él no era nada. Así pues, pidieron la
baja voluntaria y se volvieron a Tangoshiari. Antonio tiene Cáncer, y aunque
nunca lo ha sabido, no le ha hecho falta, porque sin necesidad de ningún
diagnóstico, él ya sabía que se estaba muriendo, y que no había mejor lugar
para hacerlo que en su chacra, con su familia; ellos cuidarían mucho mejor de
él que cualquier médico vestido de blanco.
Aquí retomamos
nuestra reflexión sobre la dificultad de acceso a la sanidad de los nativos, y
en su caso, el gran problema que surge cuando acceden a ella, ya que se ven
solos, enfermos, lejos de sus seres queridos, y dejándose en manos de una
medicina en la que no creen, pues a ellos quien les cuida, quien les da la vida
y quien se la quita es la propia naturaleza.
También
tuvimos momentos de alegría en nuestro viaje. Conocimos a todo un personaje, el
señor Nicolás. El Padre David nos había
contado que Nicolás fue un defensor de su pueblo frente al grupo terrorista
Sendero Luminoso. Él luchó contra ellos defendiendo
a su pueblo y trayéndolo a salvo hasta Tangoshiari, donde al fin se asentaron y
comenzaron una nueva vida en busca de la Paz.
Entre masato,
yuca, cerveza y refresco, Nicolás nos fue contando sus aventuras. Nos explicó
cómo había viajado a Moscú y pasado mucho frio luchado contra las
ametralladoras del ejército ruso ; había estado en España y conocido a sus gentes; había
viajado hasta Brasil y visto a las más hermosas mujeres. Todos nos quedamos
boquiabiertos imaginando a Nicolás en todos estos lugares. ¡Pero mayor fue
nuestra sorpresa cuando nos dijo que todos estos viajes los había recorrido en
sueños! Se había tomado un planta llamada Ayahuasca
con la que podía viajar al lugar donde quisiera y hacer lo que le viniera en
gana. Una peculiar forma de viajar sin gastar dinero ni moverse de casa.
En definitiva,
nuestra breve pero intensa estancia en Tangoshiari ha servido para saborear un
poco más la experiencia misionera, pero sobretodo ser parte por unos instantes
de la vida de los nativos, de su felicidad y también sufrimiento.
Próxima
comunidad... ¡Cochiri! ¡Os seguiremos contando!
jueves, 2 de agosto de 2012
CRÓNICA DESDE KIRIGUETI - Por nuestro compañero Lorenzo
Aquí adjunto un maravilloso artículo sobre estos días en la misión de Kirigueti contando por Lorenzo, nuestro compañero de aventuras.
Crónica desde Kirigueti
18 de julio
Existe un pueblo que entiende la realidad de manera sencilla, que conviven día a día con la vida y con la muerte, sin empeñarse en separar la una de la otra.
Los hijos de la Amazonía comen si hay alimento, se preocupan del presente y pueden tener varios padres, madres e hijos más allá de los lazos de la sangre porque entienden que la hondura de las relaciones trasciende los dolores de parto. Los machiguengas (matsigenka), los, asháninkas, los piros…conviven en un trozo de paraíso, atravesado por serpenteantes y caudalosos ríos que deslizan magestuosos y orgullosos porque pronto se llamarán Amazonas.
En el corazón de este vergel, al que no llegan caminos ni cables, alejado de la tecnología, de la crisis y de los temibles mercados, donde no existen hipotecas ni tierras en propiedad se encuentra la misión dominica de Kirigueti.
Llegamos en una mañana soleada, tras dos días de viaje en barca por el río Urubamba. Ricardo, Mayte, Alejandro, Laura y Lorenzo conformamos el grupo que Selvas Amazónicas envía por mes y medio a este lugar, para compartir vida, ilusiones, fe e inquietudes con David, Robinson, Merche y Susana, religiosos dominicos.
Diez años de experiencia avalan a David en estos parajes, que tomó el relevo de otros frailes que fueron construyendo a lo largo del tiempo un lugar que ahora se conoce como Kirigueti y de la que forma parte la Misión.
La forma de funcionamiento de este poblado machiguenga (matsigenka) es para nosotros nueva. La estructura organizativa se basa en la idea de comunidad. Ésta se constituye por todos los nativos indígenas que la pueblan, que se reúnen a menudo en asamblea para tratar los temas que les afectan y en la que todos deciden. Todos son comuneros. Aquí la tierra no es de nadie y es de todos, al igual que la maquinaria para el trabajo de los campos, el teléfono fijo, la pequeña tiendita de material textil, papelería y medicinas, la escuela, las casas de los profesores o los almacenes. La comunidad es soberana y la misión forma parte de ella presentándose como voz que grita cada día por el desarrollo del pueblo sin abandonar la riqueza de su cultura.
Ayer comenzamos con el curso de formación de profesorado del bajo Urubamba. Los dominicos gestionan la red educativa de la zona y esta semana han llegado 60 profesores a la misión con el fin de ampliar su formación, reflexionar juntos en su ser y estar como docentes y elaborar documentación administrativa que se les exige desde el Ministerio de Educación. Está siendo una experiencia sumamente enriquecedora. Un sentimiento de admiración hacia ellos se abre paso en nosotros a medida que caemos en la cuenta de las tremendas dificultades con las que se encuentran para poder desarrollar su labor docente. ¡Qué afortunados somos los españoles por haber nacido en país en donde todo son facilidades! La otra noche un técnico que recorre la zona para electrificarla resumía esto en dos afirmaciones aplicables a todos los ámbitos: "aquí, en la selva, todo es difícil y nada funciona". David le puso una tercera y es que "en la selva se necesita mucha imaginación".
David es un magnífico contador de historias. Cada noche, tras la cena, nos quedamos charlando y salen una tras otra de su boca, vivencias que no dejan de asombrarnos. Es en estos momentos cuando toman especialmente sentido todas aquellas ponencias del año de formación en Selvas Amazónicas. Es allí donde sientes la necesidad de descalzarte como Moisés porque pisas en terreno sagrado. La cultura machiguenga nos transciende y ante ella solo queda callar, observar e intentar comprender. David, Robinson y las hermanas nos transmiten cada día esta sencilla pero compleja lección.
En los pocos días que llevamos apenas nos ha dado tiempo para pasear por la zona. Hace un par de días David nos llevó a conocer el barrio de Picha. Allí las calles son caminos flanqueados por selva en la que a menudo aparece despejada la naturaleza para albergar una chacra y una casa. Los hogares en Kirigueti suelen tener dos habitaciones de madera y hojas de palma elevadas sobre el suelo. Una es el dormitorio y la otra la de estar. Abajo el suelo, tremendamente limpio, macheteado para que no crezca la hierba por temor a la víbora (“maranki”), se encuentra el fuego con pucheros y allí la familia pasa la mayor parte del día. Te reciben alegres, tendiéndote la mano en el saludo y ofreciéndote asiento y masato. ¡Es un honor para ellos que alguien les visite, especialmente si viene de la misión!
La noche en Kirigueti también tiene embrujo. El poblado en estos días no tiene luz porque el motor "se malogró". El cielo de estrellas alberga los misterios del bosque. Las luciérnagas ponen destellos de luz en los árboles y en la hierba. Todavía humean las cenizas de los hogares. Los gallos y los perros rompen de vez en cuando la armonía de sonidos de la noche... El machiguenga (matsigenka) duerme y sus sueños... ¿de qué hablarán?
Artículo en la página web:
Crónica desde Kirigueti
18 de julio
Existe un lugar soñado al que se llega atravesando el corazón de una selva poblada por habitantes que aún construyen sus hogares con hojas y troncos, que se alimentan con lo que cazan y pescan y que entienden la vida como un todo con la naturaleza.
Existe una cultura compleja, detrás de rostros sonrientes y humildes, con ojos ligeramente rasgados, que te observan de frente sin apartar la mirada porque nada tienen que esconder.
Existe un pueblo que entiende la realidad de manera sencilla, que conviven día a día con la vida y con la muerte, sin empeñarse en separar la una de la otra.
Los hijos de la Amazonía comen si hay alimento, se preocupan del presente y pueden tener varios padres, madres e hijos más allá de los lazos de la sangre porque entienden que la hondura de las relaciones trasciende los dolores de parto. Los machiguengas (matsigenka), los, asháninkas, los piros…conviven en un trozo de paraíso, atravesado por serpenteantes y caudalosos ríos que deslizan magestuosos y orgullosos porque pronto se llamarán Amazonas.
En el corazón de este vergel, al que no llegan caminos ni cables, alejado de la tecnología, de la crisis y de los temibles mercados, donde no existen hipotecas ni tierras en propiedad se encuentra la misión dominica de Kirigueti.
Llegamos en una mañana soleada, tras dos días de viaje en barca por el río Urubamba. Ricardo, Mayte, Alejandro, Laura y Lorenzo conformamos el grupo que Selvas Amazónicas envía por mes y medio a este lugar, para compartir vida, ilusiones, fe e inquietudes con David, Robinson, Merche y Susana, religiosos dominicos.
Diez años de experiencia avalan a David en estos parajes, que tomó el relevo de otros frailes que fueron construyendo a lo largo del tiempo un lugar que ahora se conoce como Kirigueti y de la que forma parte la Misión.
La forma de funcionamiento de este poblado machiguenga (matsigenka) es para nosotros nueva. La estructura organizativa se basa en la idea de comunidad. Ésta se constituye por todos los nativos indígenas que la pueblan, que se reúnen a menudo en asamblea para tratar los temas que les afectan y en la que todos deciden. Todos son comuneros. Aquí la tierra no es de nadie y es de todos, al igual que la maquinaria para el trabajo de los campos, el teléfono fijo, la pequeña tiendita de material textil, papelería y medicinas, la escuela, las casas de los profesores o los almacenes. La comunidad es soberana y la misión forma parte de ella presentándose como voz que grita cada día por el desarrollo del pueblo sin abandonar la riqueza de su cultura.
Ayer comenzamos con el curso de formación de profesorado del bajo Urubamba. Los dominicos gestionan la red educativa de la zona y esta semana han llegado 60 profesores a la misión con el fin de ampliar su formación, reflexionar juntos en su ser y estar como docentes y elaborar documentación administrativa que se les exige desde el Ministerio de Educación. Está siendo una experiencia sumamente enriquecedora. Un sentimiento de admiración hacia ellos se abre paso en nosotros a medida que caemos en la cuenta de las tremendas dificultades con las que se encuentran para poder desarrollar su labor docente. ¡Qué afortunados somos los españoles por haber nacido en país en donde todo son facilidades! La otra noche un técnico que recorre la zona para electrificarla resumía esto en dos afirmaciones aplicables a todos los ámbitos: "aquí, en la selva, todo es difícil y nada funciona". David le puso una tercera y es que "en la selva se necesita mucha imaginación".
David es un magnífico contador de historias. Cada noche, tras la cena, nos quedamos charlando y salen una tras otra de su boca, vivencias que no dejan de asombrarnos. Es en estos momentos cuando toman especialmente sentido todas aquellas ponencias del año de formación en Selvas Amazónicas. Es allí donde sientes la necesidad de descalzarte como Moisés porque pisas en terreno sagrado. La cultura machiguenga nos transciende y ante ella solo queda callar, observar e intentar comprender. David, Robinson y las hermanas nos transmiten cada día esta sencilla pero compleja lección.
En los pocos días que llevamos apenas nos ha dado tiempo para pasear por la zona. Hace un par de días David nos llevó a conocer el barrio de Picha. Allí las calles son caminos flanqueados por selva en la que a menudo aparece despejada la naturaleza para albergar una chacra y una casa. Los hogares en Kirigueti suelen tener dos habitaciones de madera y hojas de palma elevadas sobre el suelo. Una es el dormitorio y la otra la de estar. Abajo el suelo, tremendamente limpio, macheteado para que no crezca la hierba por temor a la víbora (“maranki”), se encuentra el fuego con pucheros y allí la familia pasa la mayor parte del día. Te reciben alegres, tendiéndote la mano en el saludo y ofreciéndote asiento y masato. ¡Es un honor para ellos que alguien les visite, especialmente si viene de la misión!
La noche en Kirigueti también tiene embrujo. El poblado en estos días no tiene luz porque el motor "se malogró". El cielo de estrellas alberga los misterios del bosque. Las luciérnagas ponen destellos de luz en los árboles y en la hierba. Todavía humean las cenizas de los hogares. Los gallos y los perros rompen de vez en cuando la armonía de sonidos de la noche... El machiguenga (matsigenka) duerme y sus sueños... ¿de qué hablarán?
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